lunes, 4 de junio de 2007



un bolígrafo azul que quería ser de color rojo. Decidió que debía acabarse para poder negociar con algún otro bolígrafo un cambio de tinta o, con algún calamar, un préstamo a corto plazo a devolver en un par de meses . Así lo hizo. Cuando lo acabaron, se dirigió a la pescadería más cercana a por el crédito. Como era de esperar, todos los calamares estaban muertos y como no tenía dinero para pagarse un viaje al mar, volvió desolado a su pote y se echó a llorar. Al cabo de cuarenta y cinco minutos, levantó el tapón y como por arte de magia vio a una escarlataza despampanante. Sin dilación alguna, le propuso a la encantadora “bolígrafa” el intercambio de fluido y ella, hechizada por su añil tapón, cayó rendida a su terso metacrilato.

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