martes, 12 de junio de 2007

Al abuelo

un niño que quería subir al cielo para ver a su abuelito. El niño perdió a su abuelo a los cinco años y desde la misma tarde del entierro se puso a construir una escalera. Cada día le iba añadiendo cinco escalones. A los diez años ya llevaba nueve mil ciento veinticinco metros. A los once; once mil tres-cientos veinte. Y así sucesivamente hasta llegar a los quince mil que fue la distancia a la cuál su abuelo le explicó que se encontraría una vez muriera. Aquel día Pedro estaba más nervioso de lo normal. Sus piernas no dejaban de moverse y con el sudor de sus manos, podría haber vuelto a llenar la balsa de su pueblo la cuál se secó un par de años atrás. Iba a ver a su abuelo. No podía creérselo.


Después de celebrar su decimoquinto cumpleaños, agarró su zurrón con agua y un par de Actimels –por si le bajaban las defensas-, le dijo a sus padres que iba a jugar al balón con Marcos de Ca’ la Jacinta y se dispuso a subir por su kilométrica escalera. Tubo que hacer noche en el escalón diez mil uno. Las fuerzas no le alcanzaron para más. Cuando empezaba a amanecer, el motor de un Airbus lo despertó. Cogió fuerzas con las “l-casei imunitas” y continuó adelante. Llegó sobre las dos del medio día. Ahí estaba su abuelo esperándole. Comieron juntos torradas con philadelphia y bebieron agua. Se despidieron y un par de horas el niño ya estaba abajo. Se tiró en un paracaídas que su abuelo le construyó mientras subía a verlo.

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