miércoles, 13 de junio de 2007

La cuchilla del sabado noche



una cuchilla de afeitar que no cortaba nada. Nadie en este mundo hacía su trabajo tan mal como esa cuchilla. Un día, desanimada por completo, estaba dispuesta a tirarse del lavamanos y acabar así con ese sufrimiento cuando alguien la llamó: Tss, tss!. Se giró y vio a uno de los cantantes de los Bee Gees; el del medio. Aburrida de la vida le preguntó que qué quería y el famoso falsete le respondió que nada en concreto. Que pasaba por ahí y que no podía entender como una cuchilla tan bonita podía estar a punto de suicidarse. Ella le explicó lo que sucedía. Le dijo que su dueño había dejado de utilizarla por su “minusvalía cuchillera” y que ella no podía soportarlo más. El joven cantante le dijo que no se preocupara, que la iba a adoptar y que lo acompañaría a todos sus conciertos. También le dijo que iba a ser la primera cuchilla de dos hojas que triunfara, que muchas con cinco hojas y vibración incorporada iban a estar muy celosas y que no siempre se debía desempeñar la función para la cuál se estaba creado.

martes, 12 de junio de 2007

Al abuelo

un niño que quería subir al cielo para ver a su abuelito. El niño perdió a su abuelo a los cinco años y desde la misma tarde del entierro se puso a construir una escalera. Cada día le iba añadiendo cinco escalones. A los diez años ya llevaba nueve mil ciento veinticinco metros. A los once; once mil tres-cientos veinte. Y así sucesivamente hasta llegar a los quince mil que fue la distancia a la cuál su abuelo le explicó que se encontraría una vez muriera. Aquel día Pedro estaba más nervioso de lo normal. Sus piernas no dejaban de moverse y con el sudor de sus manos, podría haber vuelto a llenar la balsa de su pueblo la cuál se secó un par de años atrás. Iba a ver a su abuelo. No podía creérselo.


Después de celebrar su decimoquinto cumpleaños, agarró su zurrón con agua y un par de Actimels –por si le bajaban las defensas-, le dijo a sus padres que iba a jugar al balón con Marcos de Ca’ la Jacinta y se dispuso a subir por su kilométrica escalera. Tubo que hacer noche en el escalón diez mil uno. Las fuerzas no le alcanzaron para más. Cuando empezaba a amanecer, el motor de un Airbus lo despertó. Cogió fuerzas con las “l-casei imunitas” y continuó adelante. Llegó sobre las dos del medio día. Ahí estaba su abuelo esperándole. Comieron juntos torradas con philadelphia y bebieron agua. Se despidieron y un par de horas el niño ya estaba abajo. Se tiró en un paracaídas que su abuelo le construyó mientras subía a verlo.

jueves, 7 de junio de 2007

Las bragas de Geppetto



un armario que iba a ser incinerado en una hoguera de San Juan. Sus puertas estaban roñosas, su madera podrida y su moral por los suelos. Tenía dos cientos años y tres días y su padre había sido uno de los mejores ebanistas del mundo. Geppetto. Éste, antes de ser archiconocido, construyó un armario ropero al cuál le puso el nombre de Armochio.
Armochio había pasado una vida de perros. De mano en mano durante toda su vida. Y ahora que estaba tranquilo al lado de una abuelita, en la calle Felipe Armarios Quemados; a la hoguera. Es verdad que nunca había satisfecho las necesidades de sus dueños –había roto veinte matrimonios-, pero él no tenía la culpa. Lo suyo era un defecto de fabricación. Dos cientos años y tres días y aún no se explicaba porqué cuando oía: “nada cariño, estaba aquí desnuda esperándote”, una fuerza interior lo obligaba a abrir sus puertas de par en par y mostrar así, al hombre desnudo que ocultaba dentro.

lunes, 4 de junio de 2007



un bolígrafo azul que quería ser de color rojo. Decidió que debía acabarse para poder negociar con algún otro bolígrafo un cambio de tinta o, con algún calamar, un préstamo a corto plazo a devolver en un par de meses . Así lo hizo. Cuando lo acabaron, se dirigió a la pescadería más cercana a por el crédito. Como era de esperar, todos los calamares estaban muertos y como no tenía dinero para pagarse un viaje al mar, volvió desolado a su pote y se echó a llorar. Al cabo de cuarenta y cinco minutos, levantó el tapón y como por arte de magia vio a una escarlataza despampanante. Sin dilación alguna, le propuso a la encantadora “bolígrafa” el intercambio de fluido y ella, hechizada por su añil tapón, cayó rendida a su terso metacrilato.


un gato que decidió comprarse unas zapatillas de estar por casa. No tenía madera en el suelo y los inviernos se le hacían un invierno. Al llegar a casa y ponerse por primera vez sus zapatillas se dio cuenta de que estaban hechas de algodón. El gato era alérgico al algodón. Le salieron pústulas y ampollas y tubo que ser trasladado al hospital. Allí le pusieron un millón y medio de inyecciones y le suministraron dos cientos cincuenta y tres kilos de pastillas. El gato murió. Se podría haber comprado unas botas.