miércoles, 10 de octubre de 2007

Diarrei

un pedo que quería oler bien. Lo máximo que habían logrado sus compañeros era no oler, pero lo que él quería conseguir era otra cosa. Pretendía salir silenciosamente y oler a rosas.
Los pedos, una vez salen de su animal, tienen la obligación de informar a los demás sobre cómo les ha ido el disparo. Tienen que mandar un mail para que los gases venideros aprendan de los cuescos ya expulsados. Los pedos normales quieren salir siempre de la forma más asquerosa pero Diarrei, no.
Los días fueron pasando y a Diarrei le llegaba el turno. El pobre chusquito estaba desesperado. Lloraba, pataleaba… ¡no quería gaseasquerosear! Cuando solo le quedaban dos pedillos delante, se desmayo. Sus colegas tuvieron que reanimarlo porqué aquel día el ser humano que lo hospedaba había comido fabada y le tocaba salir en breve. Cuando despertó ya divisaba el exterior. Se encogió para no hacer ruido, tal y como había aprendido de los demás, estiró la pierna hacia atrás para no venir con cola, cerró los ojos, se tapo la nariz por si olía mal y…